Al ser la última película de Daniel Craig en el puesto del 007 presenta una amalgama de todo lo que el actor a brindado a James Bond. Un cóctel bien agitado, pero no mezclado de partes iguales, canoso y emocional, ya que continúa trabajando un espía que no se apega al molde del personaje, lo cual sirve de balance, puesto que la película y la historia a su alrededor se compromete aferradamente a la vieja escuela.
En las peleas siempre el arma más tela de la Gran Bretaña, pero rechaza cualquier sentido de elegancia en el cumplimiento del deber. Aunque Daniel va a ser recordado por convertir el arma en un ser humano, No Time to Die se refuerza la idea. Visita todo el espectro emocional, desde momentos felices y de amor hasta furia y tristeza. Craig deja atrás el estereotipo del espía inquebrantable y fue la mejor decisión para los últimos 15 años de James Bond.
Habiendo dicho eso, No Time to Die es una fórmula segura, que no sorprende para nada en la historia de la franquicia del 007. En muchos sentidos, esta es una película de Bond completamente moderna, pero se le mete el sello de la franquicia demasiadas veces durante el rodaje, al grado de no se siente como un homenaje al actor o al personaje, se siente como una producción más, estando esclavizado a los compromisos del estudio.
La historia ata todos los hilos de la trama que han fluido a través de los últimos 15 años, pero también trata de contar una historia que se siente fuera de tiempo, realmente sacada de los 60s en la época de Guerra Fría, haciendo la misión superficial, aburrida y ampliamente predecible y la misma estructura del filme tiene la mejor parte en los primeros 60 minutos de un total de 163 minutos.
El director Cary Joji Fukunaga, logra que No Time to Die nunca se sienta lenta, ya que se mueve a buen ritmo, particularmente en el primer fantásticamente complejo, logra introducir nuevos conceptos con cada giro importante, y mientras hace esto nos ofrece un espectáculo hermoso con tomas amplias de Italia capturadas en algunos tonos sepia, una secuencia en Noruega donde se puede sentir el frío, y una persecución del bosque envuelta por tanta niebla y tensión que se convierte en una escena de terror.
Hablando de la acción, hay una secuencia con Aston Martin DB5 repleto de armas funcionales al más puro estilo James Bond que te pone al borde del asiento, y sin duda es el mejor uso de un vehículo en la serie desde Casino Royale donde se estableció el récord por voltear el DBS siete veces consecutivas. La dirección es fuerte, estable, artística, pero lamentablemente sigue siendo opacada por Skyfall dirigida por Sam Mendes. Seguramente Fukunaga se vio obstaculizado o limitado por las fórmulas del estudio o de la franquicia, que es bien conocida por no dejar demasiada tolerancia para el trabajo más novedoso y aventurero del director como True Detective o Maniac.
Sin embargo, Fukunaga consiguió un elenco de personajes nuevos y conocidos que están contribuyendo con lo mejor que tienen. Lo más fresco de la película son las conexiones interpersonales entre Bond y las personas con las que trabaja.
Hay un gran conflicto entre Bond y su jefe del MI6, M interpretado por Ralph Fiennes, impulsando una trama moralmente desordenada. Blofeld de Christoph Waltz regresa y las interacciones del dúo son a partes iguales sorprendentemente agresivas y humorísticas.
Ana de Armas, interpreta a Paloma, una agente de la CIA, se brinda con una energía caótica que abre el lado más entrañable de Craig. Haciendo de Paloma el mejor personaje secundario de toda la película, con el único defecto de tener una aparición efímera.
Madeleine Swann de Léa Seydoux regresa de Spectre, y Nomi de Lashana Lynch. La actuación de Seydoux no es la mejor, pero la interacción entre Swann y Bond nos cautiva, especialmente cuando el fantasma de Vesper Lynd reaparece creando dificultad en su relación, y aunque un par de detalles no fueron explorados a fondo, ese romance sirve para que Bond se vuelva más humano.
A todo esto se le agrega el nuevo agente 00 Nomi, que actúa como un rival divertido y un socio valioso para James. Las disputas llegan a ser intensas, pero el humor mantiene la rivalidad ágil y divertida.
Ahora, pasando a lo no tan bueno, Rami Malek como Safin, no es que el actor no haya hecho un excelente interpretación, pero el personaje estaba mal escrito desde un inicio, y lo hacen más una historia de fondo que un villano, es un enemigo subdesarrollado y poco interesante, que no presenta ninguna adversidad y no aporta nada a la trama fuera de un acento extranjero, una cara desfigurada y un arma genocida.
La historia sacrifica la oportunidad de proporcionar un final satisfactorio y significativo a los conflictos de Bond que comenzaron desde Casino Royale. La película sigue siendo agradable, pero su enfoque es tan apegado a la fórmula que, en la segunda mitad, no se siente como el capítulo final en la era Craig que debería ser.
No Time to Die es mucho más divertida que el adiós melancólico que me esperaba, aunque tenga un villano mal escrito con un plan que contiene superarmas que más que nostalgia lo hace sentir anticuado que afortunadamente no logran desviar a Daniel Craig como James Bond quien mantiene las cosas estables y, lo que es más importante, emocional mientras completa su última misión además de ser la película de Craig desde su centro. Si bien Skyfall es una mejor película y hubiera funcionado mejor como despedida, No Time to Die nos regala la mejor interpretación de James Bond que hemos tenido.
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