Severance es el nuevo thriller psicológico de Apple TV+ que sigue la dirección de Ben Stiller y de Aoife McArdle, la cual fue creada Dan Erickson.
La historia sigue a Mark, protagonizado por Adam Scott, quien trabaja en Lumon Industries, cuado acepta un programa de demarcación en el que sus recuerdos se separan, entre los laborales y los no laborales. La serie se estrenó el pasado 18 de febrero, recibiendo críticas favorables, donde se destaca su historia y las actuaciones en la historia. El último episodio se transmitió el 8 de abril.
La producción estuvo completamente a cargo de Ben Stiller, uno de los actores cómicos más influyentes de Hollywood, quien se está concentrando en su nuevo rol en el negocio. Alejándose del humor, pero basándose en una idea relativamente sencilla, pero dándole un filtro novedoso, dividir la memoria de sus empleados, una parte estrictamente para las labores y otra parte para una vida personal. Un concepto que es más o menos recurrente dentro de la ciencia ficción, una especie de simulación que no distingue entre la vida real y la ficticia.
La novedad radica en que los protagonistas están conscientes del procedimiento e incluso lo aceptaron. La empresa se llaman Lumon Industries y desde el capítulo uno se da a conocer el requisito número uno para entrar a la misma: cada nuevo empleado debe someterse a una operación donde le dividen el cerebro. Ahora los recuerdos entre el empleado y la persona quedarán divididos y ninguno sabrá nada del otro.
Mark deberá de tomar el puesto de Petey, su mejor amigo dentro del trabajo que dejó la empresa.
Patricia Arquette interpreta a la supervisora de Mark, John Turturro es uno de los más antiguos miembros de la oficina.
Britt Lower es la empleada más nueva, además de que cuenta con la participación de Zach Cherry, Dichen Lachman, Jen Tullock, Tramell Tillman, Michael Chernus, Dichen Lachman, además de Christopher Walken como invitado especial.
El arte de la serie, tiene dos estilos bien definidos entre el interior de la empresa, con un diseño minimalista bien concreto, moviéndose en la gama de los grises y azules, pero que cambia bastante con la vida en las afueras.
El trabajo con el vestuario también es excelente, dotando a todos de casi la misma uniformidad, pero dándole identidad con apenas detalles. La fotografía también juega un papel fundamental dentro y fuera de la oficina.
La premisa narrativa es muy directa y potente, pero la manera en la que Stiller la pone en marcha va más por el lado de lo enigmático y hasta de lo incomprensible, optando más por la extrañeza del espectador que por su activa participación en desentrañar el misterio. De a poco eso va girando, pero de un modo poco usual. En ese sentido, como las mentes de sus protagonistas, aquí hay dos series en una, separadas también por la fotografía, el movimiento de cámara y hasta algunas actuaciones de algunos de sus protagonistas, a quienes vemos en ambos lados casi como si fueran personas diferentes.
Los primeros episodios son áridos por momentos, un poco ásperos, difíciles de desentrañar. Pero a la vez, ese distanciamiento formal, claramente buscado, también intriga, incómoda, inquieta y hace al espectador preguntarse por los temas que la serie propone.
Poco a poco la intriga empieza a crecer, las conexiones a clarificarse hasta llegar a un cierre que pide a gritos continuación, como si todo lo que vimos hubiese sido una larga precuela de lo que está por venir.
Más que ninguna otra cosa puntual de la trama, lo que parece tener en su mira es hacer un comentario crítico, casi existencial, acerca de la demolición de la personalidad que trae aparejado el sistema laboral que existe en el capitalismo más puro y duro. Un loop eterno, imposible de quebrar, un esquema armado como una rueda infinita de la que, como dice la frase, nadie sale nunca vivo.
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