Las primeras imágenes de Pinocho, nos indican visualmente que es una película de Guillermo del Toro, ya que tiene un estilo visual único y bien establecido de la misma forma que Tim Burton o Wes Anderson, con la ventaja de que sigue teniendo la capacidad de adaptarse y sorprender. Con Pinocho, del Toro recurre, a la animación cuadro por cuadro, lo que le permitió mantener la textura de su obra de acción real mientras controla todos los elementos de la cinta.
El éxito de la película va más allá del estilo, y lo que sorprende de Pinocho es lo personal que se siente para del Toro, aunque comparte el puesto de director con Mark Gustafson, a pesar de que su filmación se empalmó con Nightmare Alley, a pesar de que los equipos de trabajo estuvieron repartidos en tres continentes, esta película de animación que se presentara en Netflix podría ser la mejor película del director desde El laberinto del fauno; es sin duda una de las mejores desde entonces, y tan distintiva como cualquiera de sus trabajos en inglés.
Por suerte, no se parece en nada a la película de Walt Disney de 1940, ni a su reciente remake, tampoco a las dos versiones italianas protagonizadas por Roberto Benigni, ni a los otros intentos de adaptación del libro de Carlo Collodi de 1883. Es la primera que se realiza en animación cuadro por cuadro y, por subsecuente, la primera en la que Pinocho es interpretado por una marioneta real. Del Toro coescribió el guion, y las letras de unas cuantas canciones, inspirándose en pasajes de Collodi, trasladando la historia a mediados del siglo XX. Agregándole muchos motivos propios clave, especialmente de los cuentos de hadas terroríficos que son característicos de El espinazo del diablo y El laberinto del fauno, ubicándonos en una Europa entre guerras, con un espectro fascista, el terror de la infancia, la tierra de los muertos y un punto de encuentro de lo monstruoso, lo humano y lo sublime.
En este relato, Geppetto, el humilde carpintero, con la voz de David Bradley, tiene un hijo muy querido, Carlo, que muere durante un bombardeo de la Primera Guerra Mundial. Años más tarde, crea a Pinocho, con la voz de Gregory Mann, no por capricho, sino en un ataque salvaje de dolor y embriaguez, con tintes de Frankenstein. Pinocho es tallado en un pino cultivado a partir de una piña que Carlo había recogido, y en donde Sebastian J. Cricket, con la voz de Ewan McGregor, tiene su hogar, cuando no está contando cuentos de insectos, incluso, él es testigo de cómo el espíritu de la madera, interpretado por la siempre confiable Tilda Swinton, quien le da vida a Pinocho. Pero aun así se arrastra hasta su hogar en el corazón del niño de madera para vivir.
Este Pinocho es inquisitivo, imprudente e impulsivo, muy distinto del obediente Carlo. Horas después de haber cobrado vida, se pasea por el taller de Geppetto como un toro en una tienda de porcelana, destrozando todo a su paso. Es encantador y también amenazador. Pinocho no está acabado, con uñas y ramitas que sobresalen de él, movimientos toscos y comportamiento caótico. Pero del Toro no tiene interés en suavizar estas imperfecciones.
Pinocho se enfrenta a cualquier simbología que el director le presenta, incluso se llega a cuestionar porque la gente quiere a un Cristo de madera en la iglesia local, pero no lo quieren a él. El Conde Volpe, con la voz de Christoph Waltz, quien es un ambicioso director de un circo, y el Podestá, con la voz de Ron Perlman, que es un funcionario del régimen fascista, intentan engañar a Pinocho para que sirva a sus intereses. Sin embargo, a donde va el niño de madera, la anarquía le sigue, desde la presencia del mismo Mussolini, al estómago de un gran y monstruoso pez perro, o a la vida después de la muerte, donde hay conejos con el tórax expuesto que están jugando cartas.
Hay un esquema desordenado, aunque episódico, donde el director no acierta con todos los objetivos que pretende. Definitivamente, no es una película para niños, aunque a veces tenga los ademanes de una película animada. En el tercer acto los elementos satíricos, los elementos de cuento de hadas oscuro y dulce sentimentalismo, se combinan, aunque no siempre de una manera adecuada. Muchos de los elementos narrativos son puro placer, como la rivalidad entre Pinocho y el mono titiritero del Conde Volpe, Sprezzatura, un animal astuto y que es más de lo que parece, sus chillidos y aullidos sin palabras fueron grabados por Cate Blanchett.
La cinta es una fiesta para los sentidos, con una partitura melódica y romántica de Alexandre Desplat, las voces de Bradley como Geppetto, y la de McGregor, aciertan todos los diálogos más importantes, en especial la voz en off de McGregor suaviza y une en las secciones incómodas.
La animación fue producida por ShadowMachine en sus estudios de Estados Unidos, Reino Unido y México, creando un gran espectáculo que no puede ser creado por la animación tradicional ni por la animación digital. Con un ambiente rico, palpable, íntimo, incluso en sus momentos clímax. Las marionetas son creaciones espeluznantes, extrañas, adorables, pero siempre memorables. La cinta está siempre saturada de luz, color y detalle, los animadores crearon asombrosas escenas de acción y escala. Aunque las escenas que se quedaran grabadas en la memoria colectiva es la forma en que Geppetto pasa sus gastados dedos por una manta, o como la expresión de Pinocho hace que cambie la veta de la madera alrededor de sus ojos.
Esta es, técnica y artísticamente, una de las grandes obras del cuadro por cuadro, una forma de arte rara dentro de un mundo de goma y arcilla, papel, pintura, juntas, cables y palancas, siendo tan ambiciosa como Avatar. Pero el mayor logro es no dejar que todo lo artístico abrume al arte. Una cinta rebelde, salvaje y tierna que a veces se pierde, pero que, al final, encuentra su camino hacia un resultado muy conmovedor.
Muy diferente a lo que hemos visto. Definitivamente no es para niños. Mgm
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